Existen en Internet innumerables webs que asocian el fascismo de Hitler y su holocausto con la idea de la selección natural que propuso Charles Darwin como mecanismo de cambio evolutivo.
Se vincula la eugenesia racista y xenófoba que pretendía llevar a cabo el dictador con la idea mal entendida y peor expresada de que «sólo los más fuertes sobreviven y tienen descendencia». A esta vinculación aberrante es a lo que se le ha llamado «darwinismo social«.
Y a través de esta idea, dicen algunos, se han excusado a lo largo de la Historia actos como la esclavitud, el imperialismo o el Holocausto.
Han tachado al propio Darwin de racista (como la inmensa mayoría de personas blancas del S.XIX), y estoy de acuerdo en que es muy probable que lo fuera. Pero no de manera activa como pretenden hacer creer. Es difícil entender la xenofobia de Darwin leyendo sus propias palabras:
«Los instintos sociales, que es indudable fueron adquiridos por el hombre y los animales inferiores para el bien de la comunidad, debieron desde el principio infundir en el hombre algún deseo de ayudar a sus semejantes, algún sentimiento de simpatía y le impelieron a contar con la aprobación o desaprobación de sus semejantes. Impulsos de esta clase, desde un principio debieron servirle de forma grosera para distinguir lo bueno de lo malo. Más a medida que el hombre fue perfeccionando su inteligencia; a medida que fue comprendiendo todas las consecuencias de sus actos, a medida que adquirió conocimiento suficiente para desechar costumbres funestas y vanas supersticiones; a medida que empezó a mirar más y más, no sólo al bienestar, sí que también la felicidad de los prójimos; a medida que el hábito del ejemplo y de una experiencia beneficiosa, producto de la instrucción, fue desarrollando sus simpatías y extendiéndolas a los individuos de todas razas, al imbécil, al lisiado y a todos los miembros inútiles a la sociedad, y finalmente a los mismos animales inferiores, no hay duda que entonces el nivel de su moralidad fue progresivamente elevándose más y más.»
El origen del hombre, Capítulo IV
En cualquier caso, en este post sólo pretendo mostraros una carta fictícia que en tono irónico le escribe Darwin a la madre de Hitler y en la que se muestra la inexistente conexión entre Darwin y el holocausto (lo cual se demuestra en que jamás hubo referencia alguna en las memorias del dictador al naturalista inglés) y sin embargo sí se establece, en palabras del propio Hitler, la conexión directa entre ese holocausto y la religión que profesaba el führer.
Traducción:
«Querida señora Hitler,
le remito una copia adjunta de mi libro El Origen de las Especies que me permito enviarle como regalo para su hijo Adolf, quien nacerá dentro de once años.
Espero que recuerde entregarle entonces el libro y recordarle que, a pesar de que nunca aprenderá inglés, debería prestar especial atención a su contenido. Recuerde al niño que si, por casualidad, en el futuro se convirtiese en líder de una milicia fascista, se apropiase de Alemania y, qué narices, enviase a la muerte a diez millones de judíos en horribles campos de concentración, debería hacer lo posible por mencionarme en sus memorias y en sus discursos. Sugiérale utilizar palabras clave como «el Creador» o «el trabajo de Dios» de forma que yo sepa que se está refiriendo a mí y a mi teoría de la evolución y de la selección natural. Desgraciadamente será imposible para mí disfrutar de ese momento, dado que voy a morir el año que viene.
Suyo sinceramente.
Charles Darwin
Downe House, Kent
Inglaterra
Junio de 1881»
Visto aquí.
PD: Culpar a Darwin del darwinismo social es similar a culpar a Benjamin Franklin por la silla eléctrica o a Isaac Newton por los suicidas que se lanzan al vacio.
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